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¿Es importante la Gratitud?


Me resulta muy grato, poder compartir con mis apreciados lectores, esta anécdota, de gran utilidad en labores formativas, extraída del Blog de Ricardo Salinas, (ricardosalinas.com) el cual expresa lo siguiente:

“Un joven solicitó un puesto gerencial en una empresa de gran tamaño. Pasó la entrevista inicial y después tuvo una junta con el director general.

El director descubrió en el currículo, que los logros académicos del joven eran excelentes. Le preguntó: “¿Lograste obtener becas en tu escuela?”, a lo que el joven contestó, “No”.

¿Entonces tu papá pagaba tus colegiaturas?

Mi papá falleció cuando yo tenía un año; fue mi madre la que pagó las colegiaturas, respondió.

¿Dónde trabajaba tu madre? Pregunta el ejecutivo

Mi madre era lavandera, responde el joven.

El director pidió al joven que le mostrara sus manos. El joven mostró un par de manos perfectamente suaves y lisas.

¿Alguna vez ayudaste a tu madre a lavar la ropa?

Jamás, mi madre siempre prefirió que yo estudiara y leyera. Además, ella lava la ropa más rápido que yo.

Entonces, el director le dijo:

“Te tengo un encargo: cuando vayas hoy a casa, limpia las manos de tu madre y ven a verme mañana”.

El joven sentía que tenía gran oportunidad de obtener el empleo. Cuando volvió a casa, le pidió a su madre que le dejara limpiar sus manos. Su madre se extrañó. Le dio gusto, pero con sentimientos encontrados mostró sus manos a su hijo.

Lentamente, el joven limpió las manos de su madre. Las lágrimas bañaron su rostro mientras lo hacía. Era la primera vez que notaba que las manos de su madre estaban muy arrugadas y llenas de moretones. Algunos le dolían tanto, que su madre hacía gestos de dolor cuando él los tocaba.

Esa fue la primera vez que el joven se dio cuenta de que esas manos lavaron ropa diariamente para que el pudiera ir a la escuela. Las heridas fueron el precio que ella pagó por la educación y el futuro de su hijo.

Al terminar de lavar las manos, el joven silenciosamente lavó el resto de la ropa de su madre.

Esa noche, madre e hijo hablaron por un largo rato.

A la mañana siguiente, el joven se presentó en la oficina del director.

El director notó las lágrimas en los ojos del joven cuando le preguntó: “¿Podrías decirme qué aprendiste ayer en tu casa?”.

El joven contestó: “Limpié las manos de mi mamá y también terminé de lavar la ropa por ella”.

Ahora ya sé lo que es el aprecio. Sin mi madre, no sería el hombre que ahora soy. Al ayudarla, aprendí lo difícil y duro que es tener tus propios logros. Y ahora aprecio la importancia y valor de ayudar a la familia.

El director le dijo: “Esto es lo que busco en un gerente. Quiero reclutar a una persona que valore la ayuda de otros, una persona que conozca el sufrimiento de los demás para lograr las cosas y que el dinero no sea el único valor en su vida. Quedas contratado”.‎

¿Qué les parece?

He usado mucho esta real historia en mis Talleres de Liderazgo y crecimiento per5sonal, y les confieso que siempre se produce un largo silencio y hondas reflexiones entre los participantes

La gerencia moderna ha entendido, y las sociedades también, que se requieren líderes y personas agradecidas, humildes y que sepan valorar y reconocer el trabajo de otros. Atrás quedaron la arrogancia, los profesionales “estrellas” y las personas que subestiman al prójimo. El avance de las empresas y nuestro desarrollo como país, está fuertemente ligado a la formación de personas sencillas, agradecidas, con elevada sensibilidad social, que sepan trabajar en equipos y que sean capaces de impulsar los otros, hacia su éxito y desarrollo. Requerimos excelentes ciudadanos y ejemplares trabajadores.

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